No hay duda que el comportamiento político está determinado, en gran medida, por la ejecución de las reglas, por la legitimidad, esto es, por la institucionalidad, que es la aplicación de las normas concernientes a una institución determinada.
Los factores estructurales (infraestructura y superestructura) están ahí y en esta eterna procrastinación que hace la elite política y empresarial, pesarosos como una espada de Damocles, sobre nuestra formación social. Esos factores estructurales, que han venido cambiando como el trabajo de un oso perezoso, se agigantan y se anidan en todo el tejido social, económico e institucional. Verbigracia: Las desigualdades económicas y sociales, territoriales, son altamente pronunciadas en el seno de nuestra sociedad.
¡Confieso que no estoy de acuerdo con esta democracia tan disfuncional y tan groseramente excluyente! Un país pequeño (48,442 kms²) y 11 millones de habitantes, cuasi similar a una provincia de Colombia, Venezuela, México, Argentina, Brasil, en tan poco territorio hay 4 agendas, de 4 espacios horridamente distintos, enormemente diferenciados.
¿Cómo explicar que un país que en los últimos 10 años ha visto crecer su PIB de manera significativa, llegando a tener hoy un alcance de US$114,000 millones de dólares, y que pasamos en el 2022 a la séptima economía de la región de 33 países, y con un ingreso medio alto, tengamos indicadores económicos y sociales que producen una afrenta a todo aquel que crea en los demás, que crea en Dios y de aquellos que no creen? Los factores estructurales que nos drenan como sociedad se producen, en gran medida, por el diseño institucional y la clara obviedad de la rémora de la cultura política, de los actores políticos que nos han dirigido.
El ser humano es un producto social y, por tanto, el resultado de su época. Joaquín Balaguer nació en 1906, en medio de una sociedad sumamente atrasada, precapitalista en el orden social, económico e institucional. Vivió la intervención norteamericana y cuando Trujillo llegó al poder contaba con 24 años. Se adhirió al poder tiránico desde su génesis hasta el tiranicidio. Que gobernara como un Estado bonapartista es, esencialmente, un encuentro con su historia. Pocos seres humanos logran trascender su época.
Por ello, la sociedad precapitalista en que se acunó el más exitoso de los políticos del Siglo XX, no lo podemos cuestionar, porque su blasón está acotejado en la prehistoria. Los últimos 50 años de la historia dominicana del Siglo XX fueron, haciendo un análisis de corte longitudinal, la época de la modernidad en la mayoría de los países que hoy tienen un alto bienestar.